miércoles, 14 de julio de 2010

La matanza



El día de San Martín se celebra el 11 de noviembre. Hay que decir que la biografía de nuestro patrón es de lo más entretenida (amenizada aquí y allá con milagros, conversiones y demás maravillas). Pero como tal tema da para mucho lo dejaremos para otro día. Hoy nos gustaría hablar de ese otro personaje que, en dicha fecha, no ha tenido mucho que celebrar precisamente: el cerdo. Cerdo en patués se dice llitón y la etimología nos indica que esta palabra deriva del término latino "lactone" que en otras zonas ha dado origen a la palabra lechón.
Este rosado mamífero fue maldecido por Moisés y Mahoma. Sin embargo, en España, país de judíos, de moros y de cristianos, el cerdo ha tenido siempre un carácter tan simbólico como real. Se ha comido por profesión de fe y, sobre todo, por glotonería. El cerdo ha sido sustento primordial y, para la mayoría de españoles, fue como un miembro más de la familia. Aún recuerdo los gritos a mis espaldas tras alguna travesura: "¡Valría més criar llitons!".
Así las cosas, el carácter prácticamente sagrado del cerdo desembocó en un acto ritual de sacrificio: la matanza. Todavía hoy, aunque en franco y triste declive, en muchos pueblos la matanza constituye un sacrificio a la divinidad y se representa con pompa y jerarquía. El matarife es elevado a la dignidad de sumo sacerdote y, tras el corte certero, el cerdo se transfigura en carnosa cornucopia vertiendo tortetas, chorizos, lomos, morcilla, longanizas, oreja, lengua, jamones, pies, adobo y un sinfín de viandas que repartirán y compartirán familia, vecinos y amigos. En caso de que alguien quiera retomar tan calórica tradición, tenga a bien no olvidar este dicho:
Llitón de Grist,
dona d'Ansils
y home de Sarllé...
Libéranos Dominé

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