jueves, 21 de octubre de 2010

San Martín de Tours (primera parte)

Nuestro patrón fue un personaje peculiar y único. Su renombre es universal como prueba el hecho de que un historiador haya contado en Francia 3.667 parroquias dedicadas a él y 487 pueblos que llevan su nombre. Un buen número hay también en Alemania, Italia y España. Nació en una época convulsa y original, prueba de lo cual es su temperamento: iluminado, cabal, inspirado, humano… Su vida está marcada por acontecimientos inesperados que, en momentos clave, truncarán su voluntad y cambiarán su rumbo vital de forma radical.
Martín nació en Sabaria (actualmente Szombathely en Hungría), en el año 316 o 317 de nuestra era. Su padre era tribuno militar y poco después de nacer Martín fue declarado veterano y se le concedió una casa para su retiro en Ticinium (actualmente Pavía) a un día a pie de Milán. Allí Martín pasó tranquilamente su infancia. A los 10 años, Martín se fuga y desaparece 48 horas. A su regreso, se niega a decir dónde ha estado, pero luego se sabe que ha ido a la iglesia (seguramente de Ticinium) en busca de “respuestas”. Parece que quería recibir el bautismo, pero eso hubiera requerido más tiempo de preparación.
El por qué Martín se sintió atraído hacia el cristianismo no lo sabemos. Es probable que tuviera compañeros o amigos cristianos. Su familia, en cambio, profesaba la religión “oficial”. Cabe recordar que los cristianos habían vivido en la clandestinidad hasta el año 313, en el que el emperador Constantino lo hizo oficial. Una larga etapa de persecuciones da paso a la aceptación y al planteamiento de nuevas y maravillosas perspectivas: ¿Será posible establecer el reino de Dios en la tierra? En esos momentos, se empiezan a recibir noticias de hombres que, en Egipto, se entregan a Dios y viven en el desierto alimentándose de saltamontes y miel silvestre. Se nombraban con especial admiración los nombres de Pacomio y Antonio.
Puede parecer sorprendente que un niño de doce años, quisiera irse al desierto a comer celíferos, pero hay que entender que Martín vive inmerso en este ambiente de efervescencia espiritual.
A pesar del “disgusto” que pudieran causar a sus padres estas veleidades de Martín con la “otra” religión, su adolescencia fue de lo más cabal a pesar de no compartir las mismas creencias ni expectativas para el futuro. Sea lo que fuere que hubiera sido, en ese momento ocurre uno de esos giros del destino que serán fundamentales durante su vida. En el año 331 el emperador publica un edicto que obliga a alistarse al ejército romano a todos los hijos de veteranos. Martín, a los quince años, edad del alistamiento, es hijo de veterano y debe entrar en el ejército. La crónica nos dice que fue su padre quien presentó a Martín a los soldados. Encadenado y protestando, dio comienzo su vida militar.

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